Antes de desarrollar este post, quizás habríamos de preguntarnos qué entendemos por inteligencia emocional. Se trata de un conjunto de  habilidades psicológicas que nos permiten expresar nuestras emociones y poder entender las de los demás de manera más o menos razonables. La inteligencia emocional orienta nuestro comportamiento.

En ese contexto, parece evidente que la inteligencia emocional puede ser fuente de motivación… o lo contrario. Es clave para controlar impulsos y regular nuestro ánimo. Cuando no funciona de la manera esperada, muy a menudo se desencadenas problemas de estrés.

El estrés es uno de los principales problemas de salud laboral. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2018 el 30% de las bajas laborales en España fueron causadas por el estrés y la ansiedad, una cifra que debería ser suficiente para alertar a las empresas sobre la necesidad de tomar medidas para evitar que esto suceda.

Saber o no saber gestionar la inteligencia emocional tiene serias consecuencias sobre nuestro día a día, tanto personal como laboral. Es por ese motivo que las empresas deben tomarse muy en serio el bienestar psicológico de sus trabajadores.

Según  diversas fuentes, el 65% del éxito laboral se debe a un buen uso de la inteligencia emocional, no sólo contigo mismo sino con los demás aplicando la empatía, poder influir en otro o incluso poder persuadir.

¿Qué se necesita para hacer un buen uso de la inteligencia emocional en el trabajo?

Para gozar de una buena inteligencia emocional que nos acompañe en nuestro camino profesional, será siempre tener como aliados los siguientes aspectos.

  • Empatía: Un aspecto muy importante en cualquier ámbito de la vida, y aun más en el trabajo, donde nuestros compañeros no tienen por qué aguantar ciertas actitudes. Hay que tener la capacidad de ponerse en el lugar de otro, para deducir cómo puede influenciar lo que decimos.
  • (Auto) motivación: Antes de convencer a los demás sobre nuestras posibilidades, hay que tener claro que podemos hacerlo.
  • Control: Cuidado con el carácter y el ímpetu. Hay que tener la capacidad para analizar lo ocurrido, las propias acciones y los resultados para ofrecer alternativas y respuestas diferentes. Eso no significa callarse las cosas, sino encontrar la manera correcta de decirlas, sin estallar ni crear un mal ambiente ni conflictos.
  • Habilidades sociales: Una buena relación social con nuestros compañeros siempre facilitará el camino hacia la convicción.
  • Fuera la negatividad: sobre todo, si es extrema. Ser realista está bien, pero el exceso de negatividad empaña nuestro trabajo y, lo que es peor, crea en nuestros compañeros una imagen negativa sobre nosotros mismos.

En este sentido, es importante saber contener las emociones en el trabajo, pero controlar nuestras emociones no siempre es fácil. No dudemos en consultar un profesional si fuera necesario.

 

Recordemos que tener una inteligencia emocional fuerte es clave para el éxito laboral. Cualquier situación en el trabajo debe valorarse desde la razón. Los departamentos de RRHH deben tener muy en cuenta la importancia de fomentar la inteligencia emocional en sus empleados; es un paso indispensable para conseguir empresas saludables.